Suena la misma canción por octava vez y va a caer una novena.
Algo tiene la voz del muchacho con sombrero de cowboy que me hace sentir bien y mal al mismo tiempo. ¿Cómo he llegado a este género musical con lo alejado que está de mis gustos? Será que por mucho que envejezcamos seguimos manteniendo intacta la capacidad de sorprendernos ¿será?
Mientras tomo un sorbito de vino barato siento unas cosquillitas en el estómago que no termino de identificar, no sé si es que estoy cachonda o nostálgica, quizás las dos cosas.
La canción se acaba y antes de que salte la siguiente pista le doy para que comience de nuevo, relleno mi copa y cierro los ojos. Echo de menos ser guapa, la juventud no tanto, pero ser capaz de mirarme sin disgusto es algo que de verdad añoro. ¿Qué ha pasado? ¿qué ME ha pasado?
Otro sorbito, pequeñito, intenso como las preguntas que me acosan, como los recuerdos que me invaden, como la culpa que me detiene.
La canción está a punto de terminar y me debato ¿debería escucharla otra vez?. Dejo que acabe y pasa a la siguiente pista, me gusta menos, pero nunca me he quedado atascada y no me va a pasar ahora, ni siquiera con esta canción.