Los besos, a veces duelen y, aún así, me encanta besar. Y supongo que eso resume mi vida y mi filosofía vital.
La vida duele y aun así me encanta vivirla. Y mi vida, por muy desastrosa e imperfecta que sea, es mía.
Es curioso como en Navidad suelo sentir envidia, de mis amigas principalmente, por tener familias estupendas, novios y suegras adorables que les regalan de todo. Envidio que no tengan que trabajar festivos y me da por culo sentirme la amiga pringada cuya madre está muerta, que está soltera y que trabaja como una mula. Lo curioso del tema es que no creo que me cambiase por ninguna.
Supongo que por fin estoy aprendiendo a quererme, a sentirme un poquito más a gusto en mis zapatos, a darme cuenta de mis cualidades y dejar de mirarme con ojos únicamente críticos. Quizás estoy consiguiendo todas esas cosas porque he soltado lastre. Es una putada darte cuenta de que la persona a la que más has querido nunca era una persona que no te convenía y que lo mejor que ha podido pasar es que vuestra relación acabase.
No voy a decir que la soledad siempre sea fácil, pero quizás, a veces, es necesaria.