Siempre he querido ser gato, no gato callejero, pero sí gato. La verdad es que me parecen preciosos, listos, graciosos, con mucho amor propio, flexibles, intuitivos y sospecho que perciben cosas que a los humanos se nos escapan. No sé si sería otro animal, lo que está claro es que llevo bastante mal ser humana. Ser persona es un mojón (perdónese mi lenguaje soez). Cuando eres persona hay un inherente deseo de mejorar, un intento de superar el egoísmo, ganas de ser buen hijo, hermana, amiga, pareja…
Todo esto viene porque odio ver a la gente sufrir y menos cuando es gente que quiero y que se merece ser feliz. Viene de que a eces por más que intento hacer las cosas bien, me equivoco y que me cuesta poner límites. Por más que quieras a una persona hay que plantarse y qurese mucho a uno mismo. Encontrar tu propia voz y decir lo que piensas y sientes es un acto de amor propio.
Si pensamos en cómo nos educan nos damos cuenta de que nos enseñan lo contrario, a pedir permiso para hablar, a no destacar, a no salirnos de la mediocridad, nos enseñan que lo que pensamos y sentimos necesitamos sólo es válido si alguien nos da su aprobación.
Quizás, deberían enseñarnos a ser más gatos.