Enero se empieza con resaca, no necesariamente de alcochol, pero resaca, de emociones, de expectativas. Decimos adiós y empezamos de nuevo, expectantes por saber qué pasará. Llega Febrero, que es un mes raro, tan corto, tan inesperado, tan, tan, tan… Febrero que cuando empiezas a disfrutarlo se convierte en Marzo. El tercer mes del año está lleno de dudas «¿qué me pongo?» es un clásico y por desgracia Abril no ayuda. Abril con su Feria (si eres de Sevilla) con su calorcito (o calorazo) con su «se acerca el verano» es un mes entretenido. Llegamos a Mayo, con más pelos y kilos de los deseados y esperados, pero con la ansiedad de que ya llega, ya se siente, el verano está presente. Junio, mi Junio que me vio nacer, que me llevó a Seychelles. Junio nos dice que ya ha pasado medio año y no hemos hecho nada, somos unos niños malos. Llega el trío LaLaLa, Julio, Agosto y Septiembre. Dicen que la gente tiene vacaciones esos meses, yo llevo años sin catarlas pero si la gente lo dice… Por tocar los cojones desordenaré el almanaque y diré que Agosto es el mes de los padres con sus hijos, Julio el de los novios torrándose y Septiembre el de los listos. Antes de que nos demos cuenta ya estamos en Octubre. No hace tanto frío como esperamos, pero empieza a refrescar y justo el 31 hay una fiesta fantasmal que nos lleva al 1 de Noviembre con nuestros muertos esperándonos junto a nuestros propósitos. Y como dice la canción llega Diciembre y con él, el momento de hacer balance.