Camino a casa había pensado en un título precioso para este artículo, pero se me ha olvidado, no me acuerdo, no lo recuerdo y eso me revienta.
Hoy quedé con mis AMIGOS para desayunar, de esos que hay pocos y por los que matarías si hiciera falta. Sólo ha faltado uno (teniendo en cuenta que somos 4 pues se ha notado su ausencia)
Al principio todo ha sido genial, nos hemos reído (mucho) y me sentía muy feliz.
Entonces me planteé cómo contarles que hace unos días toqué fondó, que el mundo se me vino encima por una tontería que colmó mi vaso y no supe cómo hacerlo, no quise hacerlo.
Me di cuenta entonces de que estaba escuchando en ese momento la conversación como una espectadora va al cine, y me sentí sola. Sola porque ellos me quieren pero estamos en fases distintas de nuestras vidas, ellos son personas jóvenes normales que si trabajan es para pagarse sus gastos, que no tienen mis preocupaciones. Pero también estamos en fases distintas porque yo he terminado mi carrera y busco trabajo (aunque me haya apuntado al master) y ellos no.
Cuanto más pensaba en esto, más me daba la sensación de estar ausente y más me apetecía que se dieran cuenta de que algo no iba bien, de que aunque sonriera mi esencia estaba en otro lugar.
Al final, no sé como la ralladera ha pasado y he seguido disfrutando de ellos.
Cuando nos hemos despedido me he puesto a pensar que quizás hay una parte de mi que oculto sistemáticamente al mundo, a mis amigos, incluso a los más cercanos. Hay una parte de mi que no dejo que salga (creo) y no sé por qué.
No sé el porqué soy incapaz de contarles muchos de mis sentimientos a mis amigos.