Que mala pata

Estoy en un estado semidepresivo ocasionado por una escayola que tiene como fin que se me cure la fractura oblicua del quinto ¿metacarpo? ¿metacarpiano? ¿metatiano?

El primer día en en Florencia después de una velada maravillosa me caí, me golpeé contra un adoquín y me hice mucho daño. Eso no importó porque durante dos días estuve caminando con el pie amoratado e hinchado por toda Italia (toda toda, no, Florencia, Siena y Pisa) Cuando llegué a Sevilla fui a urgencias, no porque pensase que tenía nada roto, sino porque un amigo me había metido miedo. Asi que me duché, me puse mis vaqueros y me presenté en el Virgen del Rocío, donde me dijeron sin tardar mucho que tenía algo roto, que me iban a escayolar hasta la rodilla y que tenía que pincharme eparina todos los días en la barriga.

De puta madre. Mientras intentaba no lloriquear y pensar en un plan para trabajar escayolada me condujeron a la sala donde me iban a poner el yeso en mi patita y ahi me pidieron que me quitara los vaqueros. ¿Cómo iba a volver a mi casa con un pijama de estos verdes? Asi que llamé a mi hermana que se echó a reír (risa nerviosa según ella) lo que provocó en mi que me echara a llorar mientras decía «estoy intentando no llorar por favor no te rías» Tras el incidente y un compromiso por parte de mi sangre en venir a buscarme me tranquilicé y asi he pasado una semana con la pierna regular y además mocos.

Que hasta el coño estoy. Lo siento niños, pero estoy harta. Caminaba mejor con el pie roto, me costaba menos que pelearme con las puñeteras muletas. Ducharme es un suplicio, tengo que pedir ayuda y subir las escaleras que van de mi portal a mi ascensor es un turrón. No tengo paciencia, lo admito y además pienso cosas y me encantaría decirlas, pero no son apropiadas porque prácticamente cada cosa que digo es porque tengo mucho tiempo libre para pensar y eso las invalida.

Me dedico a ver series y pelis pero la verdad es que mientras empiezo a convertirme en una pelota por comer y moverme poco lo único que me consuela es que en España no es fácil conseguir armas porque entonces la liaría super parda…

Me pregunto si la persona que ama que le manden postales, me mandará una a mi después de su último viaje.

Italia mía

Mañana a estas horas estaré en Italia, no tengo muy claro en dónde, pero en Italia. Necesito este viaje porque necesito desconectar del trabajo. Las cosas están mal. Con un ERE sobrevolando (nunca mejor dicho) nuestro futuro y sabiendo que los que nos quedemos lo haremos con menos dinero, menos derechos y envueltos con un lacito porque acabaremos subrogados antes de que el 2013 termine.

El resultado del miedo es que la gente está a la que salta. La mayoría además de estar histérica se debate entre dos posturas, los que piensan eso de «para lo que me queda en el convento, me cago dentro» y los que creen que lamiendo culos se van a salvar. ¿Yo qué hago? Pues intentar estar lo más tranquila posible y tratar de encontrar a opciones a la vida «después de» Descubrir qué quiero hacer con mi vida y plantearme qué países podrían acogerme.

Aunque intento estar tranquila en el trabajo no siempre lo consigo y menos cuando me entero que ciertos compañeros que se dedican a chismorrear y ser unos hijos de puta. ¿Por qué lo son? Pues además de por su maldad intrínseca por 30 euros al mes. Ese es el plus que recibían por hacer una cosa. Como la empresa se lo quería ahorrar nos formaron a unos pocos para que hiciéramos sus tareas. Obviamente no tenemos su experiencia por lo que no lo hacemos tan bien. Pues en vez de apoyarnos porque al fin y al cabo, aunque estemos en distintos departamentos, somos compañeros, se dedican a ir a cuchillo y si tienen que mentir, o alterar ligéramente la verdad lo hacen.

Asi que tal y como están las cosas, necesito ir a italia, a comer pizza y beber capuccinos, porque como trabaje mucho más voy a acabar saliendo en la tele.

Como curiosidad decir que en un principio mi vuelo salía hoy. Al final me lo cancelaron y hay una parte de mi que se alegra, porque sentía remordimientos. Una que es un poco idiota…

Diario de una pelusa.

Ojalá una reducción de corazón, para no sentir. Es extraño como en ocasiones ser comprensivo significa guardar lo que sientes en el cajón de «ahora no» Tienes que comerte tus amargos sentimientos y comprender. Pero ¿quién te comprende a ti? ¿Quién cura tus heridas, con caricias, no con palabras?

Hay que entender, ser comprensivo, atender a razones, escuchar, confiar y creer, pero, yo pregunto ¿cuándo llega el momento de recibir? ¿para cuándo ese momento de completa felicidad donde vamos a poder hablar con libertad y donde nos va a tocar disfrutar?

¿Por qué? ¿por qué tengo que confiar? ¿por qué me toca tener fe? Yo quiero sentirme profundamente deseada, me muero porque a alguien se le salga el cariño por los ojos, con que me toquen con lascivia. Quiero que me hagan sentir como yo hago sentir y sin embargo me siento fea, inadecuada, desagradable, poco atractiva, vomitiva, repugnante, en definitiva siento que no soy lo suficientemente buena. Ser una pelusa grande y gorda es, definitivamente, una mierda.

La caja de galletas

Hubo una vez una niña pequeña que sentía mucha tristeza asi que todas las noches antes de acostarse le pedía al Dios Gatuno que hiciera algo por aliviar su dolor. Día tras día, al despertarse, comprobaba apenada, que su dolor (al que ella denominaba plastilina azul viscosa que se me pega al alma) seguía allí, anclada entre su pecho y su estómago impidiendo que el aire entrase en sus pulmones, que su corazón latiese con normalidad y sumiendo su mente en oscuros pensamientos.

Una noche, mientras lloraba desconsolada oyó un cascabel. Levantó la cabeza y miró, buscando el origen del sonido. Hacia ella se aproximaba un gato negro de blancos bigotes y con descaro se sentó en su cama adoptando la figura de una esfinge. Ella abrió los ojos y después de que el minino hablase, también la boca. El Dios Gatuno había decidido escuchar sus suplicas y concederle su deseo, le entregó un paquete y se despidió.

«¿Ahora qué?» se preguntaba nuestra pequeña protagonista, asi que abrió el paquete y miró qué había dentro y descubrió con sorpresa que era una caja de galletas vacía. En las instrucciones ponía «sacar la pena, guardar en el bote y cerrar con cuidado» Y eso es lo que hizo nuestra niñita. Sacó la pena por la muerte de su gato, la tristeza por haber suspendido ese examen, la agonía por no estar a la altura de las expectativas y la angustia de no saber qué iba a ser de mayor. Pero eso no era suficiente y día tras día, mes tras mes y año tras año seguía metiendo cosas. Ese novio que la abandonó, el asco por su cuerpo, las conversaciones pendientes para no ser inoportuna, la sensación de fracaso.

Y cuando ya no quedó nada y se quedó vacía y hueca se dio cuenta de que ella era el origen de sus males. De que daba igual todo porque era ponzoña, era dañina y no podía aportar nada más que tristezas asi que se metió dentro de la caja de galletas y desapareció.