Me encanta esa expresión, que además tiene connotaciones tan obscenas… «ten cuidado que las manos van al pan» Es una advertencia pero también es una invitación, si tocas el pan te lo comes.
Diluvia y estoy desnuda en la cama sintiendo las ganas de que me toquen. Deseo poder volverme un poco gata y ronronear mientras unas manos expertas comienzan a despertar mis sentidos. Me imagino como se me eriza la piel, como se me encoge el estómago de excitación, cómo mi respiración empieza a sonar distinta mientras esas manos recorren mi espalda, mis hombros, mis pechos, mis brazos, mi barriga, mis muslos, mis piernas y finalmente, después de desearlo mucho, mi sexo. Echo de menos sentir que el deseo toma posesión de mi mente, que la anula y le da al botón de off para que mi cuerpo lo experimente todo.
Sigue lloviendo y siento la tentación de ser yo la que me lleve al placer pero no es lo que quiero, no busco un desahogo, quiero interactuar, quiero jugar y no quiero hacerlo sola. Respiro, mientras dejo que el deseo pase, que huya en busca de un lugar más propicio donde asentarse.
Ya sólo queda que me levante para tomar un café y volver a una realidad gris y lluviosa.