Ese es el apelativo con el que una de mis compañeras del curso de experto universitario me conoce.
Este hecho me desconcierta porque la verdad es que yo no me doy cuenta de que sonrío, es más, lo cierto es que desde hace tiempo me siento bastante desubicada.
Ayer sin ir más lejos tenía mi octava crisis existencial de la semana, preguntándome quién era, a dónde iba mi vida, donde quería que fuese, qué iba a ser de mi vocación y cómo darle un giro de 180% a mi existencia.
Lo que sucede es que ayer me descubrí rogándole al destino que me diera una señal, que quería que apareciera algo. Cuando me di cuenta me odié a mi misma, porque mi vida la controlo yo, si quiero cambiar de rumbo yo soy la capitana de este navío a la deriva que es mi vida.
¿Por qué no me hago responsable de mi vida? Porque si lo hiciera tendría que enfrentarme al hecho de que si no me gusta lo que soy, como soy o mi vida en general yo soy la única que puede cambiarlo y si mi miedo me impide actuar es mi culpa. Siempre se puede elegir y yo elijo vivir como lo hago, por los motivos que sea.
Lo que la vida nos ofrece son oportunidades, lo importante es saber aprovecharlas.