Hubo una vez una adolescente que siempre que se caía siempre se lastimaba la rodilla derecha. Sangraba y cuando la costra parecía mejorar, volvía a caerse y la herida volvía a abrirse. Como siempre tenía la rodilla derecha malherida pronto empezó a correr el rumor de que estaba maldita, así empezó a juntarse con gente un poco rara. Poco a poco los que creían en maldiciones, en satán, en posesiones demoniacas, en aquelarres, en rituales mágicos se convirtieron en su refugio.
Nuestra pequeña adolescente lloraba, pataleaba y cada vez estaba más convencida de que el mal la acechaba. Se sometió a exorcismos, se puso a merced de curanderas, le hicieron «limpias» y una vez en un ritual le hicieron tanto daño que estuvo en el hospital un mes… un mes en que no se cayó y por primera vez en años su rodilla no tuvo una costra.
Cuando volvió al instituto ya no era «la maldita» ya no atraía a los seguidores de lo oscuro. Tras el primer momento de desconcierto pasó un tiempo de tranquilidad y tras eso la gente que había a su alrededor, su círculo, estaba compuesto por personas maravillosamente normales, no perfectas.
Hoy en día nuestra jovencita es una chiquilla con cicatrices en la rodilla pero sin heridas abiertas que aprendió a levantarse tras cada caída.
Ojizarka dice:
Me ha encantado! 🙂
Soundtrack dice:
Y digo yo… ¿tanto le costaba ponerse una tirita desde el principio?… 😀
Lula dice:
Precioso…
Eriwen dice:
Oissssshhhh mis niños =) me alegra que os haya gustado.
Soundtrack dice:
Yo no he dicho que me haya gustado. Yo solo he dicho que se ponga una tirita!!!
😛