Sé que llevo mucho sin actualizar pero no me sentía inspirada para ello. Las ideas acerca de qué escribir iban y venían pero no se materializaban en nada ¿de qué hablar? ¿qué contar?
La verdad es que en mi vida no es que pasen muchas cosas, pero sí que me pasan cosas. Viajo, conozco gente, sufro en el trabajo, celebro San Patricio, mi gatita está en las últimas engordo y entro en depresión y me montan pollos por no tengo muy claro el qué.
Podría dedicarme a escribir aqui una parrafada intentando explicar por qué no vomito como antes mis sentimientos aqui, pero lo dejaré para otro momento, voy a aprovechar esta entrada para decir adiós.
Mi gata se muere, ella y yo lo sabemos. Llevarla al veterinario no es una opción después de lo mal que lo pasó la última vez, mientras esté segura de que no sufra se quedará en casa y cuando dude pues la sedaré y la llevaré al veterinario para que la duerman y que tenga una muerte lo más digna posible. Mientras escribo esto miro de reojo a mi gatita, esa de la que hay fotos en este blog. Mi gata, esa que llegó de la mano de mi padre, que creció bajo los cuidados de mi madre (de la que no se pudo despedir) que vivió con mi novio y que ahora se me muere. Es un símbolo de cómo las cosas pasan, como nada, aunque queramos, es eterno. Es un peluchito vivo lleno de recuerdos y a mi se me caen los lagrimones.
Asi que os dejo que le voy a hacer unos mimitos.