Ayer mientras volvía al trabajo con mi compi favorita del mundo pasábamos por un parque, el parque estaba vallado y a lo lejos vi un gorrioncito que se movía extrañamente e inusualmente rápido. Me fijé con más atención y cuando vi el rabo la incognita se despejó.
Lo que veía corriendo por la valla no era un tierno gorrioncito si no una asquerosa rata del tamaño de portugal. Cuando pronuncié ciertas palabras malsonantes mi compañera me preguntó por el origen de ese vocabulario de chica educada en las calles de Harlem, a lo que le señalé a la rata. Las risas vinieron cuando de primeras mi compañera afirmó que era una dulce ardilla para luego quedarse anonadada al descubrir que no, que era una rata, la madre de todas las ratas diría yo.
La rata dio una última sorpresa al salta de la valla a un árbol y de las ramas bajas del árbol empezó a subir con una habilidad digna del circo del sol.
¿Cuántas veces lo que de lejos parece un hermoso animal, no termina siendo algo repugnante?