>:(

Te haces mayor cuando el cerebro es capaz de enmudecer al corazón.

Que complicado es ser adulto, que duro asumir que a veces hablar no sirve para nada, al menos nada bueno.

Que horror más horroroso aprender a rendirse.

Que pena cuando lo silencios nos ahogan.

Que innecesario se vuelve sentir y que indespensable aprender a fingir.

Que asco.

Buenos días enero

Soy una mujer complicada, nunca lo he querido esconder, creo. Me muestro como soy, quizás mi sobreexposición sea una manera de esconderme (¡ah! maravillosas contradicciones). La cuestión es que de un tiempo a esta parte me siento más como un nubarrón que como un sol, más un pescado que lleve 5 días a la intemperie que una manza, más «El Diario de Noa» que Amelie y eso no me gusta. El problema es que no tengo claro cómo cambiarlo ni cómo pedir ayuda.

Así que aquí estoy, a las 8 de la mañana, escuchando a Ismael Serrano, con el pijama puesto después de haber trabajado, intentando ordenar mis ideas, tratando de no vomitar sentimientos, evitando fustigarme, porque eso me ayuda poco. Trato de usar la razón porque ya sé que lo que hago siempre no me funciona, herirme, dañarme, castigarme, compararme sólo me hace sentirme peor, no estimulo mi espíritu de superación sino mi sensación de fracaso.

Cierro un momento los ojos, dejo que el calorcito del saquito que he calentado en el microondas me recorra y siento un placer puro, real, tangible. Se está tan bien en la cama, con el nórdico, aunque sea escribiendo cosas tristes. Quiero aferrarme a esa sensación, la dulce modorra, la calidez, la comodidad, necesito hacerlo porque tengo mucho trabajo que hacer. Trabajar conmigo misma, con mi autoestima, con mi forma de procesar lo que me sucede, con lo que quiero y con los que quiero.

Siento una pequeña punzada en el estómago recordando el día de ayer y el calor abandona mi cuerpo, juego con mis uñas a medio despintar y quiero huir de esa sensación. Releo lo escrito y me planteo si esto es un comienzo de algo bueno. Recompongo mis cachitos y esbozo una media sonrisa, quizás sea capaz de lograrlo.

A la mierda.

Somos tan inseguros que interiorizamos que la razón de que no nos quieran es que no somos lo suficientemente buenos, por eso acabamos con escoria, hasta que un día despertamos y mandamos la mierda a su sitio, al basurero, y la alejamos de nuestro corazón.

Hay personas que son luz

Caminé por entre la mierda y acabé de mierda hasta las orejas, me arrastré por el lodo y no hubo quien pasara por mi lado y me viera, tan invisible era que no me reflejaba en los espejos. En vez de persona parecía una bolita de mierda de estas que los escarabajos peloteros hacen y así en una esquinita empecé a acumular polvo, esperando que pasase el tiempo hasta que un día unos ojitos inocentes y una sonrisa sincera se fijaron en esa esfera hecha de polvo. Esos ojos bonitos (que iban acompañados de un cuerpito serrano y una cabeza bien amueblada) pasito a pasito se acercaron y me miraron y entonces salieron unas manos de la nada y me tocaron, me tocaste.

Quizás el mundo no se detuvo, pero algo sucedió, ese toque hizo que mis ojos se abriesen y te mirase ¿quién eras? ¿qué querías de mi? ya no tenía nada, me había quedado hueca, era oscuridad, la llama que calentaba mi corazón se había apagado. Pero aún así no podía dejar de mirarte, tampoco quería, había recuperado mis ojos que habían estado desaparecidos y cerrados demasiado tiempo y algo debiste intuir porque te pusiste a mi altura para que te pudiera observar bien. Con mucha delicadeza tocaste mis pestañas y al hacerlo me emocioné y una lágrima rodó por mi mejilla y entonces seguiste el recorrido de mi lágrima con el dedo y a cada paso mi cara volvía a aparecer, se hacía carne, podía notar la humedad pero sobretodo podía notar el calor que emitías. De improviso tocaste una de mis recién nacidas orejas y apareció el pelo y mientras acariciabas mi cabello sentí como volvía tener cuello y hombros. La diferencia de temperatura entre tu piel y el espacio que nos rodeaba hizo que se me erizara la piel y al darte cuenta me abrazaste para darme calor y obraste el milagro, volvía a tener cuerpo.

Apoyé la cabeza en tu hombro y te devolví el abrazo a pesar de que estaba entumecido debido al desuso, al percatarte de mi lamentable estado me ayudaste a levantarme para que pudiera estirar las piernas y es cuando ambos vimos que estabas lleno de polvo. El miedo me apretó la garganta ¿y si te enfadabas al ver lo sucio que habías quedado por tocarme? ¿y si te dabas cuenta de que era sólo una bolita de mierda?. Me quedé muy quieta esperando a que te fueras, pero te quedaste y me preguntaste… mi nombre, mi historia, mis sueños y yo te lo conté y te pregunté muchas cosas y estuvimos hablando, quien sabe si horas, días y semanas hasta que propusiste ir a un sitio más bonito. Pero yo no podía, como dije antes la llama de mi corazón se había apagado y como todos saben, un cuerpo no funciona sin un corazón que bombee. Te di la mano dispuesta a decirte adiós, no podía retenerte en un sitio tan feo, pero en vez de soltarla e irte la llevaste a tu pecho y cuando lo toqué una llama brotó en las yemas de mis dedos, dedos que esta vez guiaste hasta mi corazón y que lo encendieron. Entonces sí, con el fuego recorriendo nuestros cuerpos nos fuimos sin mirar atrás, sin saber, sin preguntar, simplemente avanzamos.

Desde entonces mi corazón funciona perfectamente, quizás mejor que nunca y hemos andado un pequeño trecho (creo que nos espera un largo camino). He visto soleadas mañanas de invierno, rocío cuajado en flores, veranos calurosos, pero también tardes lluviosas y noches sin luna. El camino no va a ser siempre llano, pero contigo me veo con fuerzas de escalar, nadar y correr, porque aunque no lo sepas, lo has cambiado todo.

                           Gracias.
                       Muchas gracias.
                      Infinitas gracias.